Expedición de snowboard al Altiplano Chileno
- Antonia Galmez
- 30 ago 2024
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 1 sept 2024
Todo comenzó hace unos años, cuando junto a mi gran amigo, snowboarder y filmaker chileno Xabier Azcarate, vimos en el metro de Santiago una foto del volcán Parinacota (6.380 mt) , en Arica. Nos quedamos impactados. No dijimos nada, pero nuestras miradas lo dijeron todo.
Así se inició una travesía de meses llenos de sueños, de anticipación y planificación. ¿Sería posible viajar en abril, en medio del desierto, con nuestras tablas de snowboard, y encontrar la nieve perfecta para deslizarse? Algunos decían que sí, otros, con escepticismo, nos preguntaban qué era un snowboard... nunca habían visto algo así. Los meses pasaron, pero nuestros corazones siguieron soñando.

Fuimos dando forma a este sueño, transformándolo en un proyecto audiovisual de una expedición futura. Queríamos invitar a más personas a ser parte de esta historia y a descubrir estas tierras desconocidas. Invité a tres amigas (Nelly, Pau y Marissa). Al recibir mi invitación, no dudaron en unirse. Pero yo, en cambio, sentía crecer en mi interior el miedo y la incertidumbre de esta travesía.

3 de abril
Volamos de Santiago a Calama. Allí arrendamos dos autos y manejamos seis horas hasta Arica. Fue un camino en medio de la nada, con muchos camiones y minas de cobre. Nosotros, con nuestras botas y tablas en la pickup, decididos a seguir. Llegamos a Arica y emprendimos rumbo a Putre, el pequeño centro urbano de la zona desértica altiplánica.m Pasamos directamente de los 0 msnm a casi 3.000 msnm. Fue un lindo camino en el que vimos cómo cambiaban los colores del mar al desierto, de una vegetación verde a una seca y espinosa.
Los días siguientes fueron de adaptación y de aclimatación. Sabíamos que la semana próxima nos esperaban días soleados y teníamos tiempo para preparar nuestro cuerpo. Hicimos caminatas sobre los 4.500 metros, dormimos a 3.000 y visitamos las termas naturales a casi 5.000 metros de altura. Vivíamos intensamente, mientras nuestro cuerpo se oxigenaba para el gran día de la cumbre.

La primera vez que nos acercamos al volcán Parinacota fue surrealista. Su presencia imponente superaba cualquier expectativa. Allí estaba, descansando como un guardián ancestral en su propia tierra, junto a su gemelo, el volcán Pomerape (6,282mt ) Ambos, conocidos como los Payachatas, que en aymara significa "gemelos".

Después de varios días aclimatando y respirando a más de 4.000 metros, decidimos hacer nuestra primera cumbre en los Nevados de Taapaca ( 5,860 mt ), que se encontraba cerca de nuestro lodge. Cada día, aquella cumbre nevada nos llamaba. Instalamos nuestro campamento base a 4.500 metros de altura, en un sendero solitario. Apenas unos pocos animales acompañaban nuestra soledad. Solo nosotros y la magia del norte. Pasamos una noche ahí; fue difícil dormir, y a la mañana siguiente comenzamos a ascender. Logramos hacer cumbre al mediodía y descendimos por unas líneas espectaculares, con vistas que abarcaban todo el altiplano chileno.
Después de unos días de descanso, el calendario se acercaba al día de nuestra gran cumbre. Se aproximaba el momento y necesitábamos preparar el espíritu antes de enfrentar el reto.

La Pawa
Los habitantes locales nos hablaron de la ceremonia de la PAWA, un ritual ancestral que se realiza antes de ascender cualquier montaña en el altiplano. Esta ceremonia es una petición de permiso y protección a los antepasados aymaras y a las cumbres sagradas. Fue así como, al atardecer, en un monte, junto a la señora Gregoria, realizamos esta hermosa ceremonia, encomendándonos a las montañas con un fuego sagrado y la fragancia del incienso, pidiendo por nuestra protección.

Día de cumbre
La víspera de la cumbre, nos cruzamos en el camino con don Vicente, un guía local que nos acompañaría en la ascensión al volcán. El día de cumbre era un tanto incierto debido al clima; a las 2 p.m. se preveían nubes y lluvias. Pero nosotros, según nuestro plan, para esa hora ya debíamos estar de regreso en el campamento base. Esa esperanza nos llenaba de ánimo.
1:45 a.m. Sonó la alarma para despertarnos y emprender el gran empuje. Anoche hicimos campamento base a 5.000 metros; fue casi imposible dormir. Me dolía la cabeza y mi corazón latía más rápido de lo normal. Calentamos agua dentro de la carpa, cerramos las mochilas y con miradas cómplices entre todo el equipo, sabíamos que aquí recién comenzaba la verdadera aventura, el desafío.
3:00 a.m. Caminábamos a paso lento, sabíamos que esa era la clave para llegar a la cumbre. Pasito a pasito, todos en fila, bajo la luna llena rosa de abril que nos iluminaba el camino. Nuestras respiraciones eran nuestras fieles compañeras; una meditación activa.

6:00 a.m. Estaba amaneciendo y el frío inundaba cada centímetro de mi piel. Tenía sueño. Me detuve para sacar agua, cerré los ojos y me quedé dormida por un minuto... No podía pasarme eso, me obligué a pararme y a mirar a mi alrededor con la luz del sol. La vista era hermosa, podíamos ver el altiplano chileno y la frontera con Bolivia, un sueño. Por encima de las nubes se alzaban más volcanes de 6.000 metros, aún sin explorar.
9:00 a.m.Ya llevábamos tres horas caminando hacia la cumbre. En sus últimos metros sentíamos que no avanzábamos. Fue el tramo más difícil, el más lento. Ya llevábamos más de seis horas caminando a más de 5.000 metros y la falta de oxígeno se sentía. Solo quedaba seguir avanzando, no pensar, disfrutar y seguir, paso a paso.

11:00 a.m.¡Cumbre! Un momento indescriptible. Desde la cumbre, el cráter se abría ante nosotros, vasto, inexplorado, único y mágico. No hay palabras para expresar esa sensación de logro, de orgullo, de amor por nuestra tierra y por esas cosas que nos hacen sentir verdaderamente vivos.

Durante el descenso, la emoción nos invadió, y todos los esfuerzos de la subida se transformaron en una gratitud inmensa. Aunque girar sobre los 5.000 metros no es fácil, con el oxígeno limitado y el corazón latiendo con fuerza, la vida se siente más intensa a esa altura, con estos desafíos de la experiencia en el altiplano.
Llegamos al campamento base, justo a tiempo, a las 2 p.m., y las primeras gotas comenzaron a caer. Nos mojamos y reímos, aunque el cansancio y el dolor físico nos acompañaban. Pero todo eso pasó a segundo plano. La lluvia no nos dejó tiempo para descansar. Tuvimos que desarmar el campamento, cargar las mochilas y caminar de vuelta a los autos. Cada uno de nosotros, inmerso en sus pensamientos, irradiaba una felicidad profunda.
De regreso al lodge, pasamos la tarde descansando y nos fuimos a dormir temprano.
Al día siguiente, asimilar lo vivido el día anterior era complicado. Habíamos cumplido un sueño, después de tantos meses de preparación. Una expedición de snowboard única en el altiplano, mágica e inigualable. El desierto me entregó tanto ese día…

Hicimos las maletas y regresamos al aeropuerto de Arica. Volamos a Santiago, sin dejar de revisar las fotos y los videos de aquellos días en el altiplano. Sentía un nudo en el pecho, no quería regresar a casa. Algo en ese lugar me atrapaba. Me fui eternamente agradecida por ese viaje, lleno de magia, aprendizaje, historias y una cultura rica y vibrante. Agradezco a cada persona que hizo de este viaje algo tan especial.
Al equipo: Xabi, Musa, Pato, Vitoco, los quiero mucho. Pau, Nelly y Marissa, grandes compañeras. Y en especial a Jorge Nangari, don Vicente, señora Gregoria y Elena Quispe (cholitas escaladoras). Sin ustedes, este viaje no habría sido tan único y especial.




















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